¿Alguna vez has pensado en mudarte a otro país por un determinado período de tiempo?

¿Cuáles son para ti las ventajas y desventajas de hacer una experiencia de vida fuera de tu país natal?

¿Te gustaría explorar ambientes naturales diferentes a los que ya conoces o quizás experimentar la vida en una gran ciudad cosmopolita, con todos sus beneficios y desafíos?

Antes de empacar tus valijas, conozcamos algo más sobre este tema: la migración.

Las personas suelen migrar a otros países por diferentes razones, para estudiar, por trabajo, por enamorarse de alguien que vive en otro país, por deseo de exploración y aventura, entre otras.

La migración, como la mayoría de los acontecimientos de la vida, genera por un lado beneficios, oportunidades, nuevos horizontes y por otro lado conlleva tensiones, dificultades y situaciones de esfuerzo, estrés.

Los seres humanos tenemos recursos y capacidades para afrontar, integrar y superar todas esas tensiones. Nuestros ancestros han emigrado con éxito muchas veces a lo largo del proceso evolutivo. 

Actualmente, se registra un importante aumento en el crecimiento migratorio. La movilidad y el intercambio entre distintas culturas y países, progresivamente se va haciendo más intensa.

Al insertarnos en una nueva cultura, la mayoría de las personas experimentaremos diferentes fases de ajuste cultural (Kalervo Oberg 1954).

En la primera fase, llamada período de luna de miel, al mudarse a un nuevo país, un individuo puede amar la comida, el ritmo de vida y hábitos de los lugareños. Estará eufórico y enamorado de la nueva cultura. Todo resulta fascinante, estimulante y novedoso en el país huésped. Aún siente cercana su vida anterior y sus relaciones.

Después de un tiempo, que pueden ser tres meses o más, dependiendo de cada persona, comienzan a percibirse las diferencias entre ambas culturas, generando desilusión y ansiedad. 

En esta nueva fase de transición, de choque cultural la novedad se termina y la nueva realidad resulta irritante, fría y extraña. Pueden aparecer sentimientos de ansiedad, de frustración y de enojo a medida que se experimentan situaciones que pueden percibirse como incómodas y ofensivas para la cultura de origen.

Una sensación de desconexión del entorno puede aparecer debido a las barreras del idioma, distintas costumbres y hábitos, diferencias en el lenguaje corporal específico de la cultura propia y ajena, el tono de la conversación, clima, cantidad de luz solar y la necesidad de cambiar las habituales comidas. A esto podemos sumarle el hecho de comenzar a extrañar a la familia y seres queridos que quedaron en el país de origen. También se puede añorar la tierra, la cultura, el grupo de pertenencia, el reconocimiento social, entre otros aspectos.

Es importante tener en cuenta que si una persona migra con su familia, con un trabajo, con posibilidades de progresar, tendrá más facilidades para adaptarse rápidamente que una persona que se va sola, separada de su familia durante años. 

A veces ciertos síntomas aparecen en este período, tales como insomnio, fatiga o dolor de cabeza. También pueden hacerse presentes, ansiedad, culpa, llanto, sentimientos de soledad, de aislamiento y de ser invisible, nostalgia, desconcierto y tristeza, incluso irritabilidad y hostilidad.

La red social de apoyo con la que el migrante antes contaba (familia y amigos) parece ahora lejana e inaccesible.

Finalmente, después de un tiempo, generalmente de seis a doce meses, se experimentan nuevas fases. Llega el período de ajuste, adaptación e integración. Resurgen las emociones positivas y agradables. La nueva cultura ya resulta familiar y comprensible.

Las personas se acostumbran a la nueva cultura y desarrollan rutinas. Comienzan a desarrollar habilidades en la resolución de problemas para tratar con la cultura y a aceptar sus formas con una actitud positiva. Se observa mayor disposición a disfrutar de la nueva rutina y a sentir comodidad. Ya se sienten capaces de participar cómodamente en la cultura anfitriona, manteniendo rasgos, acentos, idiomas de la cultura anterior, es la etapa bicultural.

Para favorecer este proceso de integración a un nuevo lugar, es importante conectar con otras personas, sentir que los adoptas y que la gente y su tierra te adoptan. Actividades como participar en grupos de arte, música, relajación, respiración y de ejercicio físico serán buenas estrategias de acción. Tomar las cosas con sentido del humor, con capacidad de asombro y paciencia son buenos recursos para lograrlo. 

Y si no te sientes capaz de resolver tus preocupaciones, puedes pedir ayuda, hablar y expresar lo que sientes, contactar con redes de apoyo y/o buscar ayuda psicológica.

Las redes sociales de apoyo toman vital importancia en la generación de vínculos de hermandad y accesibilidad de diferentes recursos, en especial cuando se trata de encontrar un trabajo, de buscar una nueva vivienda, cursos de idiomas, traducción y reconocimientos de documentos, acceso a información de oficinas de migración.

Investigar sobre la cultura, historia, tradiciones y costumbres del país de destino, permitirán comprender mejor el estilo de vida de sus habitantes. Aprender el idioma local facilitará la comunicación con los locales y aumentará la confianza del migrante. 

Para lograr una excelente adaptación a un nuevo país, es necesario que utilices además de la inteligencia emocional, tu inteligencia intercultural. Y la única manera de desarrollar tu destreza e inteligencia intercultural es conviviendo con personas de otras nacionalidades.

Por otro lado, las personas que regresan a su país de origen luego de una larga estadía en otros países, pueden experimentar el choque cultural inverso, que es un proceso de reajuste, resocialización y re asimilación dentro de la propia cultura.  

Adaptarse a un nuevo país requiere tiempo, paciencia y una actitud mental abierta.

Es esencial asumir de forma más naturalizada estos procesos, cuyos síntomas pueden superarse y los miedos vencerse a medida que creamos una vida satisfactoria, aprovechando para nuestro crecimiento personal los beneficios de la migración.